Es hora de reconsiderar la forma en la que educamos a los niños sobre finanzas
A pesar de los esfuerzos de padres y escuelas, la mayoría de los niños se convierten en adultos que no saben ahorrar, gastar o planear apropiadamente. Los investigadores tratan de averiguar las razones y sus estudios indican que lo estamos haciendo mal.
Nos concentramos en enseñar finanzas en el colegio cuando las matemáticas comunes y corrientes son una forma mucha más efectiva de ayudar a los niños a administrar el dinero. Además, somos renuentes a analizar los ingresos y la deuda de nuestra propia familia, infundiendo en nuestros hijos temores e impresiones falsas que pueden perdurar durante todas sus vidas.
Estos son algunos de los hallazgos más importantes de las investigaciones y consejos de educadores y expertos sobre cómo podemos hacerlo mejor.
Matemáticas, no dinero
Tal vez uno de los descubrimientos más sorprendentes es que las clases de finanzas no tienen un gran impacto en el mundo real.
Shawn Cole, profesor de finanzas de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, se preguntó: ¿si la educación financiera en las escuelas es efectiva, por qué tantos adultos jóvenes tienen problemas con deuda, embargos y acumulación de pocos activos?
El docente y un grupo de investigadores se dispusieron a encontrar la respuesta analizando datos de los estados en EE.UU. que incluían currículos de finanzas personales en la escuela secundaria y compararon la salud financiera de los alumnos que se graduaron antes de esta exigencia con la de los que se graduaron después.
Tras analizar cantidades significativas de información financiera histórica y descartando factores tales como estado de residencia, edad, raza, tiempo y género, el grupo halló que no había una diferencia estadística entre los que estudiaron finanzas personales y los que no.
“Mi trabajo es enseñar finanzas, así que quiero creer que la educación financiera funciona”, dice Cole. “Pero, en realidad, a lo largo de todo el conjunto de datos que observamos, a lo largo de cada segmento de la población, no pudimos encontrar ningún efecto de la educación financiera sobre el comportamiento”.
El estudio, que se encuentra en revisión para ser publicado, detectó una materia que sí tiene un impacto sobre los resultados financieros de los estudiantes: las matemáticas. Los alumnos que por normas estatales tuvieron que tomar cursos adicionales de matemáticas realizaron una mejor gestión del crédito que otros estudiantes, tuvieron un mayor porcentaje de ingresos por inversiones como parte de su ingreso total, reportaron un capital hipotecario US$3.000 más alto y fueron más astutos para evitar un embargo de vivienda o un retraso en los pagos de tarjetas de crédito.
“Muchas decisiones en finanzas son simplemente más fáciles si se siente más cómodo con las cifras y haciendo comparaciones numéricas”, señala Cole.
Sin habilidades sólidas en matemáticas, las personas suelen recurrir a formas más emocionales para invertir, gastar o ahorrar su dinero, añade el profesor.
Cuente toda la historia
Existe un consenso de que la educación financiera debe empezar en casa, pero la forma en la que muchos padres abordan el tema necesita ser revisada. “Incluso ahora, los padres hablan más de sexo con sus hijos que sobre dinero”, dice Lynsey Romo, profesora asistente de comunicación de la Universidad Estatal de Carolina del Norte y quien estudia el intercambio de información dentro de la familia.
En un estudio de 2014 entre 136 niños cuyas edades fluctuaban de los 8 a los 17 años, Romo encontró que aunque los menores reportaron que sus padres compartían información en temas generales como ahorro, solían quedarse mudos sobre asuntos sensibles, como los ingresos y la deuda específica de la familia.
A menudo, los padres temen causar ansiedad o piensan que hablar de dinero es una falta de educación. El problema es que mantener esos asuntos en secreto provoca más ansiedad que contar la verdad, lo cual puede perdurar hasta la edad adulta. En lugar de ocultar temas sensibles, Romo recomienda usar las discusiones financieras en forma didáctica.
Por ejemplo, una visita al supermercado es un buen momento para tener esa conversación, dice Anita Vangelisti, profesora de comunicación de la Universidad de Texas en Austin. Los padres pueden explicar porqué comprar un artículo y no otro tiene más sentido desde un punto de vista económico teniendo en cuenta la calidad, los precios, el beneficio y el presupuesto de la familia.
El dinero no infunde temor
Un grupo de investigadores polacos llegó a una conclusión similar sobre las razones por las que las personas deberían hablar francamente sobre finanzas. Los niños, dicen los investigadores, son rápidos en absorber el valor simbólico del dinero, aunque no entienden su funcionamiento. Si los padres no hablan honestamente sobre el tema, agregan, esas asociaciones se acumulan y llevan a los niños a actuar de forma egoísta en el corto plazo y, a largo plazo, los deja con la ilusión del poder del dinero.
Los padres deben tener cuidado de no darle al dinero mucho peso psicológico, dice Tomasz Zaleskiewicz, uno de los autores del estudio, que fue publicado en la revista especializada Journal of Economic Psychology. Para Zaleskiewicz, que es profesor de psicología en la Universidad de Ciencias Sociales y Humanidades en Breslavia, Polonia, la mejor forma de hacerlo es hablando de dinero en forma racional.
Enséñesle sobre la marcha
Otro error que los padres cometen con la educación financiera es tratar de hacerlo de un solo golpe. Para ello inscriben a sus hijos en cursos de vacaciones o clases adicionales que apuntan a enseñar desde cómo gestionar un puesto de limonada hasta solicitar un crédito hipotecario.
El problema es que el conocimiento financiero decae con el tiempo, dice John Lynch, director del Centro de Investigación sobre Toma de Decisiones Financieras de los Consumidores en la Universidad de Colorado, en Boulder.
En un gran análisis de más de 200 estudios que se publicaron el año pasado, Lynch y otros dos profesores determinaron la rapidez con la que desaparecen los efectos de la instrucción financiera única. Su análisis encontró que el impacto de una hora de educación financiera desapareció después de unos cinco meses. Dieciocho horas se disiparon después de alrededor de 17 meses. Y 24 horas desaparecieron después de unos 20 meses.
Lynch cree que sus descubrimientos apoyan una estrategia cada vez más popular entre los educadores y estrategas financieros llamada “justo a tiempo”. En lugar de enseñar todos los elementos de finanzas personales durante una única vez, la educación “justo a tiempo” les da a los consumidores el conocimiento que necesitan cuando va a participar en una transacción. Así que en lugar de dar información sobre préstamos de autos a los estudiantes en un libro escolar, los consumidores obtendrían la información en el momento que empiezan a comprar un auto.
Los padres pueden adoptar esta técnica, por ejemplo, enseñando a sus hijos sobre presupuesto cuando reciben regalos en efectivos de algún tío o abuelo. “Si usted tiene esa conversación unos meses antes o unos meses después, no va a tener ningún efecto”, subraya Lynch.
The Wall Street Journal Americas
Por Equipo Editor Tribuna Gerencial