miércoles, 30 de enero de 2013


EL ENTRENADOR LIDER

En el acontecer deportivo el rendimiento se mide por los resultados obtenidos en competencia, son ellos los que en forma general señalan el nivel atlético del atleta, pero ¿Cómo lograr que los resultados obtenidos sean el resultado del trabajo efectuado durante un período determinado? esta pregunta parece contradictoria, porque se entiende que un atleta que siga un plan de entrenamiento adecuado debe rendir en forma proporcional a éste y no debería existir ninguna duda al momento de hacer estimaciones sobre su posible actuación.
El Síndrome de Adaptación General establece varios principios que deben ser cuidadosamente atendidos al momento de diseñar un plan de entrenamiento, progresividad, continuidad, supercompensación, entre otros, sin embargo una metodología de entrenamiento pierde importancia cuando no existe una verdadera capacidad volitiva, es allí donde reside el punto neurálgico en la consecución del logro deportivo.
En términos agonísticos, la competencia se define como la acción de vencer a un adversario, un récord o así mismo, en esta acción convergen diversos factores endógenos y exógenos que inciden significativamente. Los factores exógeno son impredecibles, no podemos controlarlos, sólo predecirlos a corto plazo, es de mayor dificultad el intentar su control por razones obvias. Los factores endógenos son susceptibles de ese control, siendo allí donde se requiere mayor interés y esfuerzo.
Años atrás los fisiólogos del ejercicio hablaban de un entrenamiento "invisible" el cual describían como el mejoramiento del poder volitivo del atleta utilizando una metodología adecuada y consideraban que éste representaba un 20% de la capacidad agonística del atleta. Este razonamiento no ha perdido vigencia, en el transcurso de los años cada vez se le ha dedicado mayor atención, reconociéndolo como un aspecto decisivo al momento de la competencia.
¿Qué hace posible ese extra de adrenalina en la competencia? ¿Qué diferencia a un campeón del resto de los atletas? Felice Gimondi, ciclista italiano campeón mundial de ruta profesional de la década de los años setenta, decía de su gran adversario en la carreteras, el belga Eddy Merck, que éste podía haber sido campeón en cualquier deporte que hubiese practicado, porque según Gimondi, Merck poseía un talento natural que pocos seres humanos poseían. El deseo de triunfo hace posible grandes esfuerzo que, fuera de competencia son difíciles de realizar. Sin embargo, ello conlleva a una adaptación del hombre que se traslada a la forma de comportarse frente a las vicisitudes de la vida, con una mayor capacidad en la resolución de problemas, produciéndose una satisfacción general al resolverlos que si éstos no se hubiesen presentado.
Parafraseando a Stephen Covey, la proactividad permite a un atleta llevar el clima consigo mismo, no importa si llueve o el Sol está muy fuerte, simplemente se viste con su atuendo deportivo y sale a la calle, porque él tiene un compromiso, un norte, un objetivo, con la sociedad, con sus amigos y consigo mismo.
Pero ¿Cómo lograr esa actitud? ¿El entrenador puede incidir en ese modelo de actuación? La respuesta es clara, el entrenador tiene una gran carga de responsabilidad. Macrociclos, microciclos, ciclos, carga, sobrecarga, sobreentrenamiento, competencia, precompetencia y un sin número de términos son aprehendidos por el entrenador, como el manual operativo de un avión. Pero el atleta no es un objeto el cual pueda ser operado por un mismo manual. Él es un ser racional o mejor dicho un ente bíopsicoecosocial, con una forma de ver el mundo diferente a otros, con modelos mentales construidos por sus creencias, tradiciones, educación, valores, virtudes en un contexto propio.
Hay una anécdota de entrenador de Escalada Deportiva, que no entendía el porqué uno de sus atletas, que sobresalía en condiciones físicas no rendía lo esperado. Conversando con él, éste le manifestó que no distinguía los números indicados en la ruta a seguir en el muro de escala ¡Tenía problemas de visión! Son casos muy frecuentes de problemas que se presentan en el entrenamiento deportivo, cuya solución, es extradeportivo.
El cerebro humano es la estructura más compleja conocida en el Universo, por sus millones de sinapsis por segundo, ni siquiera se le acerca la computadora más poderosa fabricada hasta ahora, algunos científicos han calculado que si contáramos una por segundo, tardaríamos treinta y dos millones de años en contarlas todas. Entonces, todo acto que se genere de la actividad cerebral, corresponderá a una actividad de suma complejidad. Se acepta así, que el ser humano es complejo, pero esa cualidad, no es sumativa sino cualitativa. La conjunción de sistemas complejos, puede derivar en un sistema con propiedades totalmente disímiles a las de cada sistema por separado.
El entrenador líder debe desarrollar una visión periférica para intentar observar las infinitas variables que inciden en la obtención de la forma deportiva del atleta. Es ineludible salir frecuentemente de la información cuantitativa e indagar a través de una entrevista cualitativa aspectos emocionales que no pueden ser obtenidos de otra manera.

Escrito Publicado Por:
Autor
Doctor Julián Garrido

martes, 29 de enero de 2013


Cuando Las Hormigas Se Convierten en Elefantes

Cuando Las Hormigas Se Convierten en Elefantes
Las pequeñas cosas, no lo olvidemos, son el 99% de las cosas que se hacen en una organización: desde la celeridad con que se devuelve una llamada a la atención que prestamos a esa mancha que hay en la pared de la oficina desde hace tres años; desde el tiempo que pasamos tomando cafés a la (escasa) atención que prestamos al cliente que llama enfadado; desde la tolerancia que damos a las personas que no hacen bien su trabajo a la falta de saludo de un jefe cuando se cruza con sus colaboradores en los pasillos…
El 1%, efectivamente, es la atención que se le dedica a esos grandes posicionamientos estratégicos, a esos grandes proyectos que tienen un sólido armazón hecho con sonoras palabras, pero cuyo interior está vacío de posibilidades de llevarse a la realidad. Fundamentalmente porque las personas que componen la organización se encuentran muy lejos de sentirse involucradas en esos proyectos.
Al fin y al cabo, están muy ocupadas trabajando en esas pequeñas cosas que nadie valora.
Hay empresas que prestan mucha, muchísima atención, a la forma como las pequeñas cosas se llevan a cabo. Empresas que valoran tanto o más el cómo que el qué. Saben que si los profesionales ejecutan con la máxima profesionalidad las pequeñas tareas, los pequeños detalles, las empresas construirán una cultura de exigencia que será muy apreciada, tanto por los clientes como los profesionales que trabajan en ellas. Sí, son esas las empresas que todos admiramos.
En una gran mayoría de situaciones, los pequeños detalles hacen una gran diferencia en el futuro y, por acumulación, son más relevantes como parte de un proceso que los `grandes proyectos´ corporativos. Esos pequeños vicios, que en apariencia `son´ inocuos al principio, en su efecto acumulativo pueden ser más poderosos que la mejor de las estrategias.
Por otra parte, los pequeños detalles modelan el comportamiento, la cultura, mientras que las `grandes inversiones´ de recursos consiguen la atención de la gente durante un momento. Sin embargo, el gusto por hacer las cosas bien perdura en el tiempo.
No recomiendo que los ejecutivos dejen de pensar en los movimientos estratégicos, de futuro.Sólo les pido que no descuiden su observación, su valoración, su atención a las cosas pequeñas.
Las empresas, sobre todo las grandes, tienen unos vicios (elefantes) que les cuestan a sus accionistas millones, porque en un determinado momento sus directivos dejaron de prestar atención a los detalles (las hormigas).
Un día se dieron cuenta que los pasillos de las oficinas estaban llenos de elefantes. Nobles animales pero que dificultan el paso de ideas, de comunicación y de aire fresco. Animales a los que ni siquiera se les puede sacar de las oficinas, de grandes que son.
Muchos de esos directivos se arrepintieron de no haber prestado atención a esas pequeñas y, aún, manejables hormigas.
Autor: Jesús Vega. Experto español en Gestión Humana y Retail.

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