viernes, 29 de noviembre de 2013

Actualidad

¿Funcionará la regulación de las ganancias?

Por: Armando J. Pernía

El presidente Nicolás Maduro obtuvo su Ley Habilitante y lanza un plan para regular las ganancias de todas las empresas en todos los sectores de la economía. El mandatario se ha dedicado a defender esta decisión que, por cierto, no es nueva, puesto que ya estaba prevista como una segunda etapa de la aplicación de la Ley de Precios y Costos Justos, diciendo que en países, como Estados Unidos, hay regulaciones similares. La verdad es que las ganancias con límites en la economía estadounidense solo existen para empresas con carácter monopólico, y bajo circunstancias especiales.
También dijo, en una de sus cadenas, que en Chile las ganancias del sector privado no pasaban de 20%, como si el país austral les estableciera un tope legal. La verdad es que no ocurre tal cosa. Existe un impuesto sobre la renta de capital, con una alícuota de 20% sobre las utilidades netas de las compañías, después de descontados costos y gastos asociados a la producción.
En todo caso, y para seguir con el mismo ejemplo, la inflación acumulada, a octubre 2013, en Chile fue de 1,5%. El año anterior había sido de 2,9%. En la misma fecha de 2011, 3,6% y al mismo periodo de 2010, 1,9%. En los últimos 10 años, la inflación anual más elevada del país suramericano fue 9,8% en 2008. Con estos datos a la vista, una tasa de ganancia de 20% parece de usura. ¿Se puede decir lo mismo de una tasa máxima de 30% en Venezuela, que parece el tope máximo fijado por el Gobierno?
La medida, presentada por Maduro como la clave para reducir la inflación de un plumazo, plantea un inmenso cúmulo de preguntas. He aquí algunas: ¿Sobre la base de cuáles estudios realizarán la estimación de ganancias por sector? ¿Cómo crearán un sistema que sea capaz de monitorear todas las estructuras de costos de las empresas? ¿Qué pasara con la economía informal, como harán para regular las ganancias de ese sector, cuando ni siquiera lo pueden fiscalizar eficazmente? ¿Se impondrían topes máximos a los sueldos y salarios, ya que forman parte de las estructuras de costos de los negocios y, en este caso, cómo queda la capacidad de negociación propia de los sindicatos y trabajadores individuales? ¿Se reconocerán oportunamente los cambios en las estructuras de costos que impacten los márgenes? ¿Serán estimaciones de márgenes flexibles o rígidas? ¿Cómo pagará el Gobierno los incentivos anunciados para que las empresas pequeñas se ajusten a esta regulación? En fin…
Ahora bien, ¿Cuál es la realidad de países que no tienen actividad económica privada en materia de inflación? ¿Viven felices sin que se incrementen los precios? Pues no. La verdad parece ser muy distinta. En Cuba, el Estado no publica un índice de inflación, por lo que el estudio de la evolución de los precios solo puede ser hecho mediante la observación de mercados específicos.
El salario mínimo en la isla es 19 dólares mensuales -466 pesos- y ha aumentado 249% en términos nominales desde 1998; sin embargo, los precios de los alimentos se han incrementado más de 700% en promedio, según diversos estudios. La libra de cerdo –que sirve de insólito marcador de los precios en Cuba- pasó de 4,5 pesos a 35 en 15 años, lo que da un incremento de 51,8% anual. En el sector comercio, los reportes indican escaladas de precios de hasta 15 veces el valor de algunos artículos en el mismo período. Los cubanos dedican entre 70% y 90% de sus ingresos a la adquisición de alimentos.  Un dato más: la electricidad suplida, con dificultades, por el Gobierno se incrementó 333% por kilovatio este año.
Este es un buen espejo para mirar lo que puede pasar con la economía venezolana si se mantiene la estrategia de regular estrictamente las actividades productivas y comerciales, con el fin premeditado de arrinconar y, eventualmente, forzar la desaparición de la empresa privada.
Si se miran las economías de Colombia, Perú, Chile, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Paraguay, e incluso la misma Argentina, aun cuando tiene tremendas presiones inflacionarias, se ve que, con todas las desigualdades sociales que en esas naciones existen, la pobreza ha caído estructuralmente, debido a que han logrado equilibrar sus índices macroeconómicos. Una última pregunta: ¿Por qué los venezolanos deben acostumbrarse a padecer una erosión de sus ingresos, año a año, 10 o más veces superior a la que se registra en el resto de la región?
Publicado en www.altag,net

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